Las consagraciones parciales que varios Papas han realizado – comentario del P. Stehlin

La consagración de Rusia parece haber inquietado el corazón de varios Papas a pesar de su actitud crítica hacia los escritos de Sor Lucia.

Han hecho enormes esfuerzos, con los que pretenden mostrar que han cumplido los deseos de Nuestra Señora, aun contra la evidencia clara de no haber cumplido con las condiciones requeridas. ¿Por qué intentar cumplir la consagración y al mismo tiempo negarse a cumplir con las condiciones? Sencillamente porque las condiciones que el Cielo ha puesto, son en sí mismas inadmisibles para aquellos que adhieren al “espíritu del Vaticano II”, estas condiciones son como una espina clavada, pues está en contra de sus falsos principios.

Hagamos un análisis concreto de las condiciones requeridas y porque han sido rechazadas:

Desde el Concilio Vaticano II, el poder real en la Iglesia parece haber sido entregado a las Conferencias Episcopales. No hay casi ninguna ocasión en que el Papa haya ignorado o a los dichas Conferencias de obispos. Ahora bien, la primer condición para la consagración de Rusia es una acto supremo de autoridad, en orden a poner en claro el poder monárquico y universal del Soberano Pontífice, lo cual va en contra, directamente, de los principios de la colegialidad que fue establecida como modelo de gobierno en la Iglesia a partir del Vaticano II. El cumplir con esta condición significaría el regreso de la forma tradicional de entender la Iglesia como un reino establecido por Nuestro Señor mismo, y que ha sido objeto de una definición dogmática en el Concilio Vaticano I.

Los Papas a partir del Vaticano II, por lo general, han evitado el término “consagración” para reemplazarlo por “dedicación”, porque un total y absoluto sometimiento a María le parece exagerar su papel en la vida moderna. Lo cual se opone también al falso ecumenismo que intenta disminuir las diferencias entre católicos y protestantes, quienes se rehúsan a aceptar su Maternidad Espiritual y su Realeza.

La consagración de Rusia, con el claro objetivo de eliminar “los errores de Rusia” y su propaganda atea, no puede armonizarse con la mentalidad pacifista del Concilio Vaticano II, en el cual, quedó abolida prácticamente la noción de “Iglesia Militante” y ya no se considera la vida católica como una lucha espiritual contra el error y el pecado, sino como “una forma positiva de dar mensaje” lo cual permite tener una mentalidad abierta para el dialogo y la tolerancia

Aún más, hemos visto en el volumen II que la razón profunda para realizar la consagración de Rusia, es no solamente para destruir los “errores marxista de Rusia”, sino también para obtener la conversión de Rusia de su cisma hacia la fe católica, lo cual sería al mismo tiempo un golpe mortal al ecumenismo. Por lo tanto, cuando aparece alguna alusión a Rusia en las “consagraciones” post-conciliares, se suprime radicalmente cualquier idea de conversión a la verdad.

En ninguna de dichas “consagraciones” post-conciliares encontramos el acto público de reparación que tantas veces pidió Nuestra Señora. Este acto público en reparación es parte esencial de la devoción al Inmaculado Corazón. ¿Por qué? Porque la idea de reparación nos recuerda la condenación eternal como la terrible consecuencia del pecado y por lo tanto la importancia de la penitencia y de la conversión para librarnos del fuego del infierno. Hoy día, se piensa el pecado, solamente como una ofensa o daño inferido al prójimo o a uno mismo. La noción de los derechos de Dios, el hecho de que estos derechos son los que ataca el pecado y la necesidad de reparar nuestras ofensas son verdades completamente dejadas de lado en la actualidad.

Si el Santo Padre cumpliera con los requerimientos de Nuestra Señora para hacer la consagración de Rusia, abandonaría en la práctica toda la falsa orientación post-conciliar que rige en la Iglesia en la actualidad.